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CURIOSIDADES

7 cosas que están haciendo daño a la abogacía (y deberíamos empezar a cuestionar)

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La abogacía, como profesión, está atravesando una etapa de transformación profunda. Y aunque hay muchos avances positivos —más visibilidad, herramientas tecnológicas, nuevos modelos de negocio— también hay prácticas y tendencias que están erosionando la credibilidad, el compañerismo y el sentido ético del oficio.

Hace unos días, el abogado Enrique Sainz Rodríguez, abogado de familia e infancia en Fuster-Fabra Abogados, realizaba una publicación en Redes Sociales que sirve de inspiración a este artículo sobre las 7 realidades que están perjudicando seriamente al sector jurídico. No para quejarse, sino para tomar conciencia y promover una abogacía más digna, profesional y coherente.

1. Los vendehumos del sector legal: cursos mágicos y promesas vacías

El auge del marketing digital ha traído consigo una legión de supuestos formadores, mentores o abogados que prometen resultados espectaculares: “Multiplica tus clientes en 30 días”, “Conseguiré la absolución del cliente en 10 días”.

¿El problema? Muchos de estos vendedores de humo no ejercen como abogados o abandonaron la profesión con escasa experiencia, y ahora monetizan formaciones de dudosa utilidad práctica. En lugar de aportar valor, venden atajos inexistentes en una profesión que requiere esfuerzo, ética y años de construcción profesional.

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2. El mercadeo de precios: el derecho convertido en subasta

Cada vez es más frecuente ver “ofertas” de servicios jurídicos como si fueran productos de supermercado: “Divorcios por 99 €”, “Herencias desde 50 €”, “Primera consulta gratis”.

Este tipo de estrategia rebaja la percepción del valor de la abogacía, convierte el ejercicio profesional en una guerra de precios y normaliza que se elija abogado por el coste más bajo, no por la calidad del servicio.

La competencia es sana, sí. Pero el abaratamiento indiscriminado lleva a la precariedad y, en última instancia, a una peor defensa de los derechos de los ciudadanos.

3. Los “gurús” del derecho que no ejercen (pero te dicen cómo ejercer)

Abundan perfiles que construyen discursos grandilocuentes sobre cómo debe ser el abogado del futuro, cómo captar clientes o cómo gestionar un despacho… sin haber dirigido jamás uno o sin haber llevado un solo juicio.

El problema no es que existan voces externas al ejercicio. El problema es que algunos tienen más visibilidad que los verdaderos referentes: los que llevan años ejerciendo con rigor, defendiendo casos complejos o montando despachos desde cero. Y eso desvirtúa el aprendizaje real.

Escuchar nuevas ideas está bien. Pero idealizar a quien no ha pisado la trinchera legal, no.

4. La pérdida de compañerismo: el abogado que pisa a otro para subir

El “sálvese quien pueda” ha calado en algunos sectores de la profesión. Hay quien ve a cada colega como competencia directa y no duda en pisar, criticar o boicotear para ganar una ventaja puntual.

Se ha perdido, en algunos entornos, la cultura del respeto entre compañeros, del apoyo mutuo, del consejo desinteresado.

La abogacía es ya lo suficientemente dura como para que también haya que protegerse de los propios colegas. Recuperar el sentido de cuerpo, de profesión compartida, no es una utopía: es una necesidad.

5. Los “autopremios” jurídicos: egos inflados y méritos comprados

Cada año surgen nuevas “galas”, “reconocimientos” y “premios” que, más que valorar logros profesionales reales, funcionan como un producto de marketing personal de pago. En muchos casos, literalmente: el premio lo compras tú.

El problema no es el premio, sino lo que genera: una inflación de méritos artificiales que desvirtúan el verdadero valor del trabajo jurídico. Y de paso, confunden al cliente, que no distingue entre un reconocimiento de trayectoria y una medalla inventada para alimentar redes sociales.

6. Juicios paralelos en TikTok: más likes que justicia

Las redes sociales han democratizado la visibilidad. Pero también han abierto la puerta a la frivolización de procesos judiciales en curso. Abogados —y no abogados— analizan casos en vídeos de 30 segundos, emiten juicios antes que los jueces y convierten dramas humanos en contenido viral.

¿El problema? Se rompe la presunción de inocencia, se banaliza el trabajo procesal y se genera una opinión pública desinformada y peligrosa. Un procedimiento penal no es una serie de Netflix. Y nuestra labor como profesionales es defender el derecho, no alimentar la histeria colectiva.

7. Romantizar la falta de conciliación: trabajar hasta las 22h no es épico

Una de las frases más escuchadas (y aplaudidas) en el entorno jurídico es: “Trabajo incluso los sábados”, “Me fui del despacho a las 11 de la noche”, “No tengo tiempo ni para comer”.

Durante años se ha glorificado el sacrificio, el sobreesfuerzo, la renuncia a la vida personal como símbolo de compromiso. Pero esa narrativa ya no aguanta. No es profesional ni eficiente vivir en el agotamiento constante.

Un abogado que no descansa, que no se desconecta, que no tiene vida fuera del despacho… es un profesional que tarde o temprano perderá claridad, empatía y criterio. Trabajar mucho no siempre es trabajar bien.

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