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CURIOSIDADES

El arte de vestir la ley: un viaje histórico entre los encajes y los secretos de la toga

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Blanca Ibarz Ribalta. Estudiante del Doble Máster de Acceso Abogacía y Procura y Protección de Datos, Acceso a la Información y Transparencia de la Universidad CEU San Pablo. Tesorera del Consejo Nacional de Estudiantes de Derecho.

Mucho antes de convertirse en símbolo de autoridad, imparcialidad y solemnidad en los tribunales, la toga fue una prenda que narró la historia de Roma sobre los hombros de sus ciudadanos. Se trataba de la vestimenta que marcaba la entrada a la mayoría de edad y a la vida pública y política a todos aquellos que poseían el rango de ciudadano romano.

Del latín “tegere”, la palabra “toga” significa “cubrir” o “proteger”, haciendo referencia a su origen como prenda envolvente. En sus inicios se utilizaba de forma cotidiana, aunque por su volumen —pues podía alcanzar hasta seis metros de largo— acabó por relegarla al uso exclusivo en ceremonias y actos solemnes.

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Durante la Alta Edad Media, la labor jurídica prácticamente desapareció, ya que los conflictos se resolvían mediante juicios de Dios, bajo la autoridad de los monarcas.

No fue tras la recuperación del estudio del Derecho Romano cuando la toga reapareció, esta vez como prenda académica en las universidades medievales europeas. Se utilizó para distinguir a rectores, doctores y consejeros, consolidándose posteriormente en la Universidad de París como atuendo para reconocer grados, dignidades y trayectorias académicas.

En España, antes de la toga, se empleaban prendas como el balandrán y la loba, habituales durante el reinado de los Reyes Católicos. Del mismo modo, en el siglo XIV en España se creó el Consejo de Castilla, institución que cumplía la función de asistir al rey y al alto tribunal judicial. Fue en la época de Felipe II cuando se ordenó que todos los funcionarios públicos —oidores, chancillerías y fiscales del Consejo de Castilla — utilizaran la garnacha negra en los actos oficiales. Este atuendo quedó inmortalizado por Velázquez en retratos de época, como el célebre de Don Diego del Corral y Arellano, miembro del Consejo de Castilla, donde aparece ataviado con la austera indumentaria que denominaban garnacha.

Se ha hablado del origen de esta prenda distintiva en la tradición jurídica, pero otra cuestión interesante a plantear es el motivo por el cual esta vestimenta se caracteriza por su color negro. Su origen se vincula como señal de luto de la muerte de la reina María II de Inglaterra. Dicho color se obtenía gracias al tinte extraído del palo de Campeche, un árbol procedente del Nuevo Mundo, muy valorado por la intensidad de su tonalidad.

La relevancia social y simbólica de la indumentaria jurídica ha sido tal que se refleja también en la literatura del Siglo de Oro. Miguel de Cervantes, en Don Quijote de la Mancha, menciona la garnacha como prenda propia de jueces y letrados.

Aunque la toga había formado parte de la tradición jurídica desde siglos atrás, fue el 28 de noviembre de 1835, con la publicación del Real Decreto en la Gaceta de Madrid, cuando se establecieron de manera oficial los elementos que conformarían su indumentaria.

En dicho decreto se modificaron las mangas de la antigua garnacha, reduciendo su tamaño, pero conservando elementos distintivos como la capilla de letrado y las vueltas delanteras. Estos detalles son los que siguen presentes en la toga judicial tal y como la conocemos hoy en día.

Uno de los detalles más singulares de la toga judicial son las bocamangas de ganchillo, conocidas como puñetas, que distinguen a jueces, fiscales y letrados según su categoría. Curiosamente, durante el siglo XIX, estas piezas eran confeccionadas por las reclusas de la antigua Cárcel de Casa Galera, situada en el barrio madrileño de San Bernardo.

De esta costumbre artesanal surgió la popular expresión “vete a hacer puñetas”. En su origen, esta expresión no era más que una forma castiza de despedir a alguien, en alusión a la tediosa tarea de tejer que recaía sobre las internas de la prisión.

Finalmente, a partir del 1870 con la Ley Provisional sobre Organización del Poder Judicial se consolidó en España el imperativo de vestir la toga en los tribunales. Todos los profesionales del Derecho deben llevarla, con sus escudos y puñetas respectivos según su rango profesional.

A lo largo de los siglos, la toga ha dejado de ser una prenda de vestir para convertirse en un símbolo de autoridad, respeto y solemnidad en el ámbito jurídico. Desde sus orígenes en la Roma clásica, pasando por su recuperación en el mundo académico medieval, se han podido conservar los elementos esenciales que hoy siguen presentes en los tribunales.

El color negro, las bocamangas de ganchillo y detalles como la capilla de letrado no son únicamente adornos distintivos, sino vestigios de una tradición que recuerda el peso histórico del alma del jurista.

Así, la toga, más allá de su función protocolaria, representa los valores de imparcialidad, igualdad y respeto al ordenamiento jurídico, manteniendo vivo un legado que ha atravesado épocas para seguir siendo hoy, en cada estrado, testigo de la historia y garante de la justicia.

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