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CURIOSIDADES

Fiscalía y abogacía: vamos a llevarnos bien. Por Susana Gisbert

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Susana Gisbert. Fiscal delegada de delitos de odio de Valencia

 

Lo primero que tiene que saber quién vaya a ponerse la toga por primera vez es que fiscales y abogadas y abogados no somos enemigos. En realidad, somos compañeros que remamos en el mismo barco, junto con el resto de operadores jurídicos. En nuestra mano está hacerlo en el mismo sentido para que el barco avance, o empeñarnos en hacerlo en direcciones contrarias dejando el barco encallado. Pues bien, ese barco es la Justicia, que no es patrimonio ni de unos ni otros, sino que pertenece al pueblo, como dice la Constitución.

 

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¿Y cómo hacemos para remar en el mismo sentido? Pues, lo primero, no pensar que la fiscalía es el enemigo a batir ni comportarse en consecuencia. Hay que combinar el trato respetuoso -respeto que ha de existir en ambos sentidos- con la cordialidad. Recordemos que el refranero es sabio y que, cuando dice eso de “más vale un mal acuerdo que un buen juicio” tiene más razón que un santo. Y eso es lo que está en nuestras manos, en las del fiscal que propone y el abogado o abogada que negocia y acepta. La conformidad no puede verse como un medio de ahorrarse el juico sino como un vehículo para satisfacer, en la medida de lo posible, a todas las partes.

 

¿Y si no hay conformidad? Pues no pasa nada. Que nadie crea que la fiscalía va a subir la pena o el juez o jueza va a poner la máxima porque no hayan llegado a un acuerdo porque eso no es así. Aunque haya rumores y leyendas urbanas al respecto.

 

Ahora bien, si se celebra el juicio, no hace falta que sea eterno. De nuevo el refranero es sabio y su máxima de que “en el punto medio está la virtud” es una buena regla para seguir. Ni está bien que los tribunales anden reduciendo el tiempo del informe o apremiando en exceso, ni que las abogadas y abogados repitan hasta la extenuación una y mis veces la misma idea o citen miles de sentencias cuando bastaría una bien buscada. De nuevo hay un refrán que viene al pelo. Lo bueno, si breve, dos veces bueno.

 

Y ahora voy a entrar en la parte más espinosa de las relaciones fiscalía- abogacía. Os aseguro que el principio de igualdad de partes rige exactamente igual aunque el fiscal esté ya en la sala cuando llegan los abogados. Somos suficientemente profesionales para no estar prejuzgando antes de empezar, y, como quiera que compartimos juzgado durante mucho tiempo, y vamos a celebrar ambos dos los diez o doce juicios de la mañana, lo lógico es permanecer dentro y no salir cada vez. De la misma manera que haríamos si la misma abogada tuviera dos juicios seguidos. Verdad verdadera. Y, si me guardáis el secreto, os aseguro que incluso hay jueces y fiscales que no se hablan y en ese tiempo entre juicio y juicio, no se dirigen la palabra.

 

Pues bien, como está claro lo de la igualdad de partes, ha de quedar claro también que ambos hemos de dirigir nuestro informe al tribunal. Hacerlo de cara al fiscal, diciéndole de todo menos bonito, por más que se repita lo de que se hace “en estrictos términos de defensa” no solo no sirve para nada, sino que es de muy mal estilo. De nuevo traeré a pasear al refranero y recordaré que “se matan más moscas con miel que con hiel”.

 

Por último, conviene recordar que los fiscales no somos personal de un juzgado como lo es el magistrado o magistrada, el LAJ y los funcionarios. Simplemente estamos adscritos a uno o varios de ellos, entre otras funciones. De modo que ni tenemos obligación de permanecer en un juzgado en el que no tenemos ni una mesa, ni podemos hacerlo porque hay otras cosas que hacer, como juicios o vistas. Así que enfadarse y reclamar nuestra presencia cuando la ley no obliga a ello -como ocurre en las declaraciones- no lleva a ningún sitio. Ni a la nulidad de actuaciones, ni a fomentar las buenas relaciones.

 

Para acabar, diré que yo soy yo y mis circunstancias, igual que el resto de la gente. Existe cierta tendencia a culpar a cualquier fiscal de toda la labor de la fiscalía, desde el Fiscal General del Estado hasta el último sustituto del escalafón. Por eso, yo respondo de mis buenas relaciones con la abogacía, pero no puedo hacerme cargo de cómo se comporten otros compañeros o compañeras. Porque en la fiscalía, como en cualquier sito, hay de todo, como en botica. Para terminar con otro dicho popular.

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