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CURIOSIDADES

Soy abogado, no quiero ser influencer. Por Mercedes Asorey

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Mercedes Asorey. Consultora comunicación jurídica. Socia en ASOMAR

 

Los abogados están viviendo una época en la que las amenazas a la profesión parecen multiplicarse. Cuando hablamos del futuro vemos un rápido avance de la tecnología que apremia con sustituir a los juristas. Se dice que, en breve, los clientes de los bufetes van a dejar de ponerse en las manos de su letrado de confianza para lanzarse a los brazos de la inteligencia artificial.

 

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Con este panorama, ¿quién quiere ser abogado?, ¿quién va a esforzarse por forjar relaciones con sus clientes para convertirse en su profesional de confianza?, ¿quién va a diseñar su marca personal para distinguirse en un mercado legal? Pues parece que sigue habiendo personas que quieren ser abogados. Para estos “aventureros” es más necesario que nunca trabajar la marca personal, conocer las innovaciones tecnológicas que aporten valor a la oferta jurídica y actualizarse constantemente en muchos aspectos que hasta ahora los juristas consideraban que no eran lo suyo.

 

Serán abogados aquellos que crean que tienen algo distinto que ofrecer, que piensen que en Derecho no todo son leyes, que tengan en cuenta la importancia de las percepciones, que consideren relevantes las relaciones (e insisto en decir relaciones) de confianza. Esos serán los abogados del futuro, aquellos que ya van intuyendo que no basta con saber de leyes.

 

Todavía existe en el sector legal la idea de que será el “boca a boca” el verdadero impulsor de la carrera profesional y, por supuesto que ayudará tener una buena reputación gracias al “buen hacer”, pero ya no es suficiente. El problema es creer que esta es la única forma de conseguir visibilidad, diferenciación, credibilidad y posicionamiento en el mercado legal. El sector ha cambiado mucho y los abogados necesitan tomar las riendas de su propio relato y enseñar al mundo lo que ofrecen. Aunque esto pueda parecer increíble, son demasiados los que se aventuran a buscar clientes sin saber explicar con claridad en qué les pueden ayudar.

 

Además de conocer su propósito y propia propuesta de valor, los abogados tienen que hacerse visibles. Deben ser capaces de contar qué es lo saben hacer y por qué son una opción preferente en un mercado tan competitivo y, por su puesto, tener claros los motivos que les convierten en una alternativa de presente y de futuro a la inteligencia artificial.

 

Ya es hora de dejar de escudarse detrás de la obligación de confidencialidad para quedarse agazapados y sin comunicar. Existen muchos medios, muchos canales al alcance que les pueden ayudar a hacerse visibles, hay mucho que contar que les permite ser relevantes y creíbles sin faltar al deber de confidencialidad con el cliente. La clave para descubrirlo será pararse a pensar, prepararse, intentar ser creativo y constante. Lo más importante para no frustrarse y poder avanzar será aprender de las experiencias para tener criterio y priorizar.

 

Sin duda, hay que dedicar tiempo a construir esa marca personal que les permita “influir” siendo abogado. Es un proyecto que no termina nunca y empieza desde el mismo momento en el que se decide ejercer. Es muy importante ser dueños de su propio relato, del valor que se ofrece, del propósito que les mueve y, por supuesto, es primordial identificar al público objetivo que los acompañará en el camino.

 

La marca personal del abogado no es aparecer en las redes sociales contando que son premiados y que son estupendos. Consiste en conocer el propósito de lo que se quiere hacer, el valor que se aporta, el público al que se dirige y comunicarlo de la mejor forma posible para conseguir el posicionamiento profesional deseado haciendo todo esto visible. ¿Parece fácil? Quizás no lo es. ¿Quién dijo que fuera sencillo ser abogado?

 

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