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CURIOSIDADES

El poder de la primera impresión

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Publicado

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María Blasco Jordán, abogada de derecho inmobiliario y urbanístico en Uría Menéndez Abogados, S.L.P.

¿Te has parado a pensar en cómo tu mente dibuja un perfil completo de una persona en cuestión de segundos?

Cuando conocemos a alguien por primera vez, nuestro cerebro ejecuta de inmediato un análisis integral que evalúa varios aspectos clave: la apariencia de la persona, la comunicación no verbal, la forma de expresarse, la actitud general y las expresiones faciales más sutiles. El proceso de evaluación se desarrolla de manera instantánea y subconsciente, permitiendo formar una impresión completa en cuestión de segundos.

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Este proceso, obedece a un sistema profundamente integrado en la estructura cerebral, que influye decisivamente en nuestras interacciones sociales y en las elecciones que realizamos día a día. Las impresiones iniciales, se consolidan en fracciones de segundo y, una vez arraigadas, ejercen una influencia considerable sobre nuestras evaluaciones posteriores.

Nuestro cerebro, como resultado de millones de años de evolución centrada en la supervivencia, ha desarrollado la capacidad de realizar evaluaciones instantáneas que permiten valorar rápidamente a las personas de nuestro entorno. En este sentido, el filósofo danés Søren Kierkegaard reflexionaba sobre cómo la percepción está condicionada por la perspectiva del observador, pues observar trasciende de la simple recepción para convertirse en un proceso creativo. Así, las primeras impresiones son construcciones activas de significado más que meras recepciones pasivas de información, es decir, interpretamos lo que percibimos.

Establecida esta evaluación preliminar, entra en funcionamiento el denominado “principio de primacía”, un fenómeno psicológico por el cual las personas conceden mayor peso a los datos iniciales sobre un individuo que a la información adquirida posteriormente. ¿Es justo que una primera impresión condicione la imagen de una persona? Lo cierto es que, justo o no, las primeras impresiones sesgan.

Una vez formada la impresión inicial, las personas desarrollan una inclinación natural a detectar conductas e indicadores que validen su valoración original, mientras que simultáneamente reducen la importancia de aquellos factores que contradicen sus percepciones iniciales.

De este modo, cuando se establece una primera impresión favorable hacia un individuo, los observadores manifiestan una mayor predisposición a interpretar positivamente sus comportamientos posteriores. Por el contrario, cuando la percepción inicial resulta desfavorable, se genera una resistencia a la modificación de dicha percepción, aun cuando el sujeto exhiba conductas que podrían resultar atractivas o compatibles con los valores del observador.

Estas observaciones resultan especialmente relevantes también en el ámbito profesional, tanto en el momento de incorporarse al mundo laboral como en el ejercicio profesional diario.

Por una parte, en un proceso de selección, la imagen que inicialmente proyecta un candidato está íntimamente relacionada con la decisión final sobre su contratación, pues los especialistas en selección de personal, pese a contar con metodologías de evaluación cuidadas, no escapan a la influencia de estos procesos del subconsciente. En esta línea, los evaluadores analizan inmediatamente tanto elementos tangibles como aspectos comunicativos más sutiles, siendo importante demostrar aquellas competencias técnicas y habilidades interpersonales que se requieren para el puesto desde el primer contacto.

Por otra parte, la imagen inicial es clave en la práctica profesional diaria y, en particular, cobra más importancia en el mundo de la abogacía. Un abogado se suele identificar por sus conocimientos y profesionalidad, pero especialmente, por ser una figura de confianza. Este último aspecto es completamente subjetivo y la impresión que se causa inicialmente puede ser crucial para generar esa seguridad.

Si bien es cierto que las primeras impresiones tienen un gran impacto, ¿podemos confiar en ellas? Las investigaciones en el campo de la neurociencia han confirmado que, aunque pueda parecer poco riguroso evaluar a alguien tan rápidamente, la información que procesa el cerebro durante estos encuentros iniciales posee un grado notable de precisión. Estudios contemporáneos indican que poseemos la capacidad de identificar determinados aspectos de la personalidad y estados emocionales con una exactitud considerable en períodos extremadamente breves.

Pese a ello, corremos el riesgo de realizar interpretaciones inexactas o que no reflejan completamente la realidad, y condicionar nuestros juicios únicamente a las primeras sensaciones que experimentamos podría hacernos perder la oportunidad de conectar con posibles amigos, abogados o candidatos que podrían ser ideales para nosotros.

En suma, de este análisis se derivan dos claves fundamentales. Primero, la importancia de gestionar la presentación personal controlando los elementos comunicativos que configuran la impresión inicial: proyectar lo que quieres proyectar. Segundo, la necesidad de equilibrar las evaluaciones intuitivas con información complementaria para alcanzar un conocimiento más profundo: no limitarte a las sensaciones iniciales. En definitiva, las primeras impresiones tienen un poder innegable que debemos reconocer y que podemos utilizar a nuestro favor.

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