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¿Linchamiento a quien fracasa?: El caso Arriaga Asociados y la hipocresía del éxito

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Desde sus inicios, Arriaga Asociados despertó recelo en la élite de la abogacía. No soportaban que, en menos de un año, alguien sin su pedigrí ni sus apellidos ilustres construyera un imperio y terminara ganando más que muchos de los socios de los grandes despachos. Se criticaba su modelo, su publicidad o su enfoque, pero la verdadera molestia era su éxito.

Rompió moldes con su enfoque publicitario agresivo, su modelo de negocio basado en economías de escala y su atención masiva a clientes particulares. Lo que en cualquier otro sector se consideraría innovación, en la abogacía fue recibido con desdén.

Ahora que atraviesa dificultades, los mismos que lo miraban con recelo no han tardado en decir: “Ya lo sabía”. En España nos encanta hablar de que el fracaso es aprendizaje, pero cuando llega, lo convertimos en espectáculo.

  • Del éxito meteórico al ocaso financiero

En apenas unos años, Arriaga Asociados pasó de ser un despacho desconocido a revolucionar el sector legal español, plantándose en el “top 20” de despachos más importantes del país. Su fundador, Jesús María Ruiz de Arriaga, exsacerdote y sin formación inicial en derecho, se convirtió en la pesadilla de la banca al liderar reclamaciones masivas por cláusulas abusivas, preferentes y otros abusos financieros.

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Sin embargo, hoy el bufete enfrenta una crisis que lo ha llevado a declararse en concurso de acreedores con una deuda de 35 millones de euros. Las mismas voces que antes lo criticaban por “romper las reglas” ahora celebran su caída, argumentando que era un fracaso anunciado. Pero, ¿realmente estamos ante un ejemplo de “lo que mal empieza, mal acaba” o simplemente somos testigos de la hipocresía española ante el éxito y el fracaso?

 

  • Cuando la disrupción y el éxito molesta

Desde sus inicios, Arriaga Asociados generó recelo en el sector jurídico tradicional. Rompió moldes con su enfoque publicitario agresivo, su modelo de negocio basado en economías de escala y su atención masiva a clientes particulares. Lo que en cualquier otro sector podría haberse considerado innovador y digno de admiración, en la abogacía fue recibido con escepticismo y críticas.

“Eso no se ha hecho nunca”, “no entiende el sector legal”, “no es un abogado de verdad”, decían algunos. Mientras tanto, el despacho creció de manera espectacular, logrando un éxito financiero y judicial sin precedentes. En su momento de máximo esplendor, Arriaga Asociados facturaba decenas de millones de euros y lograba ratios de victorias en tribunales superiores al 90%.

 

  • La hipocresía del fracaso: “Ya lo sabía yo”

Ahora que la firma está en serios problemas económicos, el discurso ha cambiado. Los mismos que lo veían con desprecio por su éxito ahora lo señalan como un “ejemplo de lo que no se debe hacer”. De repente, nadie recuerda sus victorias legales ni su impacto en la defensa del consumidor. Solo se habla de su deuda, de los despidos masivos y del “final anunciado”.

Es un fenómeno muy español: cuando alguien triunfa, se le critica por atreverse a hacer las cosas de manera distinta; cuando fracasa, se le machaca con un “te lo dije”. Lo llamamos “cultura del esfuerzo”, pero en realidad es una cultura del resentimiento disfrazada de sabiduría retrospectiva.

 

  • El fracaso en España vs. el fracaso en EE.UU.

En Estados Unidos, el fracaso empresarial se ve como parte del proceso de aprendizaje. Grandes empresarios como Elon Musk o Jeff Bezos han tenido fracasos estrepitosos antes de lograr el éxito. En Silicon Valley, cerrar una empresa no es un estigma, sino una medalla de experiencia.

En España, en cambio, el fracaso se penaliza socialmente. Se observa con desdén, se usa para desacreditar todo el camino previo y se convierte en munición para los críticos que nunca arriesgaron nada. En lugar de analizar qué ha fallado y qué lecciones pueden extraerse, nos regodeamos en la caída ajena.

 

  • Lecciones del caso Arriaga

Más allá del desenlace de Arriaga Asociados, hay algunas reflexiones que deberíamos hacer como sociedad:

  1. Reconocer la innovación: Arriaga cambió la forma en que los ciudadanos acceden a la justicia. Que su modelo tenga fallos no significa que su propuesta no haya sido válida.
  2. Evitar el “te lo dije” oportunista: Si criticamos tanto su éxito como su fracaso, quizás el problema no sea Arriaga, sino nuestra actitud ante quienes desafían el status quo.
  3. Aprender del fracaso en lugar de castigarlo: Si queremos una cultura empresarial más saludable, debemos ver la caída como una oportunidad de aprendizaje, no como un espectáculo para el escarnio público.

El caso de Arriaga Asociados es un reflejo de una mentalidad que nos lastra como país. Si realmente queremos fomentar la innovación y el emprendimiento, debemos cambiar nuestra relación con el éxito y el fracaso. De lo contrario, seguiremos aplaudiendo la mediocridad y celebrando la caída de quienes se atreven a soñar en grande.

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